L2. DE ANIMALES A DIOSES.
Un resumen de De Animales a Dioses de Yuval Noah Harari.
El libro cuenta el relato de cómo la revolución cognitiva, la revolución agrícola y la revolución científica afectaron a los humanos y a los organismos que los acompañan.
Harari comienza su obra haciendo un brevísimo resumen desde el origen del universo como lo conocemos hasta el desarrollo del ser humano en África hace 200.000 años.
Es entonces cuando Harari nos explica la historia del hombre, y no solo de "sapiens", la especie a la que pertenecen todas los seres humanos en la actualidad, sino de todo el genero "homo", el hombre. Verán, los animales son clasificados por especie, una especie es, de acuerdo a los consensos científicos, una población de individuos capaces de reproducirse y dar origen a más individuos. Este nivel de especie está dentro de uno más grande, el de género; así pues, un león es de especie "leo" y de género "panthera". Este ejemplo aplicado al ser humano nos colocaría en la especie "sapiens" y en el género "homo".
Nosotros los sapiens hemos creído que somos la única especie de hombres que existe, pero la realidad es otra, somos la última especie de hombres en un mundo en donde todos nuestros hermanos del árbol evolutivo se han extinguido.
Para empezar, el género homo se desarrolló a partir de un linaje de simios más antiguos llamados Australopithecus que vivieron en África hace unos 3 millones de años. Entonces las primeras poblaciones de hombres se repartieron por el planeta, los que llegaron a Europa y Asia desarrollaron una gran fuerza física y resistencia a bajas temperaturas, los llamamos Homo neanderthalensis, los neandertales. Los que se quedaron en África aumentaron su capacidad cerebral e inventaron herramientas que les ayudaron en su constante lucha por la supervivencia, los llamamos Homo rudolfensis, Homo ergaster, Homo erectus, Homo sapiens.
Lo que nos ha dado tal ventaja frente a el resto de los animales es nuestro cerebro, un rasgo que compartimos con los demás hombres pero que no tiene precedentes n el mundo animal. Otra ventaja que señala Harari es nuestra pose, caminamos erguidos a diferencia de cualquier otro animal, eso nos permitió desarrollar una gran capacidad de percepción del espacio y al liberar nuestras manos de la labor de caminar la evolución nos proporcionó nervios y músculos que aumentaron significativamente nuestra habilidad de manipulación del entorno.
El descubrimiento del fuego por parte de nuestra especie condujo a la cocción de nuestros alimentos, entonces nuestras mandíbulas al ya no necesitar de gran fuerza para masticar nuestros alimentos redujeron los músculos que las sujetan, liberando presión del cerebro y permitiendo su expansión.
También contamos con otra asombrosa ventaja, el lenguaje, todos los animales tienen un lenguaje pero el lenguaje del homo es increíblemente flexible, con un número limitado de sonidos podemos crear infinitas palabras con las que transmitir información.
Después Harari pasa a mencionar aspectos de la psicología evolutiva, un campo de estudio muy interesante. Una de las cosas que nos dice es que el ser humano tiene una mentalidad de cazador recolector, un remanente de cuando aún no habíamos descubierto y perfeccionado la agricultura, de cuando nuestras sociedades se conformaban apenas de un par de cuadrillas que sumaban un total de decenas de individuos, de cuando aún éramos un mero animal más en nuestro ambiente. De ahí vienen comportamientos como el comer más de lo que necesitamos, en especial alimentos de alto contenido calórico pues nuestros antepasados no gozaban de un gran suministro constante de comida.
Otro punto que destaca el autor es la domesticación del perro pues tuvo un papel muy importante en el surgimiento de la civilización, en los comienzos de la relación entre el perro y el Homo el primero era empleado para cazar y luchar, además de servir como un sistema de alarma ante bestias salvajes o tribus rivales. Una de las evidencias de ésta relación estrecha entre hombre y perro se encuentra en las tumbas de hombres primitivos que fueron enterrados con sus compañeros perros en una especie de ritual funerario/espiritual.
El capítulo 3 finaliza con este mismo tema, el de la espiritualidad del hombre antiguo. Sobre este tema es muy difícil llegar a conclusiones pues esto escapa a la evidencia fósil o a los vestigios de sus sociedades. Los expertos están de acuerdo en que ciertamente los hombres primitivos mantenían creencias sobre lo natural en su búsqueda por entender aquello que les rodeaba, llegando así a conclusiones animistas, es decir, que los objetos, animales y fenómenos tienen vida, una conciencia propia así como alma.
El título es muy acertado, pues mi opinión es que el humano, más en específico el homo sapiens es un animal como el resto de los animales que habitan este planeta, pero ha conseguido un nivel de inteligencia que lo "separa" por así decirlo del resto de los animales, pero en ese desarrollo del intelecto nos hemos visualizado como dioses, cuando en realidad no somos más que una especie más en la lucha por la supervivencia.
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